Primero: ¿por qué existen los biocombustibles? De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), el transporte representaba en 2021 el 37% de las emisiones de CO2, siendo este uno de los principales contaminantes del medioambiente.
Con esto, y ante la creciente necesidad de encontrar una alternativa sostenible a los combustibles convencionales, nacen los biocombustibles. Estos son combustibles producidos a partir de materia orgánica renovable, como cultivos, residuos agrícolas, y algas.
Así como el petróleo proviene a partir de plantas y animales que vivieron hace millones de años, los biocombustibles provienen de plantas y residuos actuales que por medio de distintos procesos logran transformarse en combustible para motores. La diferencia entre ambas es que la segunda, al momento de utilizarse como combustible para vehículos, no contamina.
A la fecha, hay tres generaciones de biocombustibles:
*Imagen obtenida desde el sitio web de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP).
Si bien, podría tratarse de una alternativa al combustible convencional contaminante, algunos de los procesos de producción de biocombustibles generan también contaminación ambiental, siendo uno de sus impactos más reconocidos la deforestación, por lo que al día de hoy los países se replantean el uso de este tipo de energía para sus vehículos, buscando nuevas alternativas o soluciones.
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Los biocombustibles de primera generación son los que más popularidad han ganado, debido a la facilidad con la que se producen y a que ya se encuentran mucho más desarrollados que las otras generaciones. Estos son los siguientes:
El biocombustible biodiésel, es un líquido que se produce a partir de aceites vegetales y grasas animales. Los aceites más comunes utilizados para la producción de biodiésel son el de soja, de girasol y de palma.
Al tratarse de un biocombustible, el biodiésel es un combustible renovable y, siendo casi igual al diesel convencional, se diferencia en que no contamina. Se puede usar en motores diésel, aunque quizás algunos necesiten ajustes para ello. Actualmente, en algunos países, el combustible con el que se cargan los vehículos se compone de diésel y cierto porcentaje menor de biodiésel.
A pesar de no contaminar al usarse como combustible, la producción de este biocombustible sí tiene un impacto ambiental, por lo que su uso se ha vuelto contradictorio, pues para generar biodiésel, se compite con la producción de alimentos.
El bioetanol es un biocombustible líquido producido a partir de la fermentación de cultivos ricos en azúcares o almidones, como la caña de azúcar, la remolacha, el maíz, el trigo, entre otros.
Se puede utilizar como combustible puro o mezclado con gasolina, y las mezclas se etiquetan según el porcentaje de bioetanol que contienen. Por ejemplo, E10 significa una mezcla que contiene un 10% de bioetanol y un 90% de gasolina.
Este biocombustible también se suma al conflicto ecológico, ya que su producción, al igual que la de biodiésel, ha generado importantes consecuencias.
El biogás es un biocombustible gaseoso producido a partir de la descomposición de desechos orgánicos, como estiércol, residuos de cultivos, residuos alimentarios y aguas residuales.
Este biocombustible se puede utilizar para la generación de electricidad y calor, para el combustible de vehículos o como fuente de gas para cocinar y calefacción en los hogares.
Se trata de un biocombustible renovable y sostenible, ya que utiliza materiales orgánicos que de otra manera podrían ser desechados. Además, la producción de biogás puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al evitar la liberación de metano.
Y como los anteriores, también tiene un problema, aunque no se trata de que contamine más. El problema del biogás es que su materia prima es muy limitada, y no alcanzaría para abastecer a toda la población. Además, el costo de su producción es muy alto, y la producción de biogás compite con otros usos de la tierra, como la producción de alimentos.
Por último, del biogás se obtiene el biometano, otro biocombustible, que se compone principalmente de metano (95% o más) y pequeñas cantidades de dióxido de carbono y otros gases, y puede ser inyectado en la red de gas natural o utilizado como combustible en vehículos que funcionan con gas natural comprimido.
El costo de producción de los biocombustibles depende de varios factores, como la tecnología utilizada, el tipo de materia prima, el tamaño de la planta de producción, la ubicación geográfica y los costos laborales.
En el caso del biogás, por ejemplo, como ya te contamos, su costo de producción es alto, debido a las tecnologías e instalaciones que se requieren para su desarrollo.
En general, la producción de biocombustibles puede ser más costosa que la producción de combustibles fósiles debido a la naturaleza más compleja del proceso y los costos asociados con el cultivo y la recolección de la materia prima.
Además, en cuanto a las últimas generaciones de biocombustibles, al tratarse de fases en etapas iniciales, puede resultar más caro no solo en lo económico, sino en el plano del trabajo humano dedicado a la investigación y el desarrollo de sistemas que funcionen y sean eficientes.
De igual forma, la producción de biocombustibles también ha generado polémicas en cuanto a sus costos, ya que para abaratarlos, muchas plantas presentan condiciones laborales precarias.
En el caso del biodiésel, se puede usar en cualquier motor diesel, generalmente sin necesidad de realizar modificaciones en el mismo.
Por otra parte, si quieres utilizar bioetanol, tienes que saber que el motor debe estar diseñado por este tipo de biocombustible.
Y sobre el biogás o biometano, el motor del vehículo también debe estar adaptado para un biocombustible de este tipo.
Como ya te hemos explicado a través de este post, los biocombustibles tienen como función ser una alternativa sostenible y amable con el medioambiente a los combustibles convencionales, que como se sabe, son un importante agente de contaminación ambiental.
Sin embargo, es contradictorio que su objetivo sea contaminar menos, considerando que el proceso de producción de los biocombustibles de primera generación es altamente dañino para el medioambiente, aumentando el calentamiento global, la crisis alimentaria, la escasez de agua y la deforestación.
De acuerdo con el medio El País, a causa de los biocombustibles “hay 14 países africanos que importan más de la mitad de su trigo de Rusia y Ucrania, y África se enfrenta a la peor crisis alimentaria de la última década”.
Así, es un hecho que el producir combustibles haciendo uso de las tierras de cultivo conlleva a disminuir la producción de alimentos y a utilizar enormes cantidades de agua. En el informe del año 2022, “Agua y cambio climático” de Unesco, es posible leer lo siguiente:
“La producción de biocombustibles como medida de mitigación, por ejemplo, requiere agua y tierra cultivable que, por consiguiente, no estará disponible para la producción de alimentos”.
En Hamburgo, organizaciones ambientalistas se movilizaron en contra de las plantas de biocombustible. Benjamin Stephan, de Greenpeace, sostuvo para el medio DW que “poner biocombustible en los depósitos de gasolina no tiene ningún sentido a nivel ecológico. Nos enfrentamos a una crisis alimentaria mundial, y transformar granos valiosos en gasolina, es una irresponsabilidad”.
Otra consecuencia del uso de las tierras para producir biocombustible y no alimentos, es que, al competir estos dos productos, los alimentos suben de precio, como ha ocurrido mundialmente con los cereales y los aceites vegetales. En el artículo de El País, se asegura que "durante la crisis alimentaria de 2007-2008, los biocombustibles contribuyeron al aumento del precio del maíz en entre un 20 y un 50%".
Y por todas estas razones, los países de la Unión Europea comienzan a replantearse la producción de biocombustibles de primera generación. En 2022, la Comisión de Industria y Energía votó una propuesta para eliminar del mercado el biodiésel extraído de los aceites de palma y soja debido a la deforestación tropical, lo que actualmente sigue estando en discusión.
De igual forma, el nuevo programa de transición energética europeo no contempla a los biocombustibles producidos a base de alimentos como “verdes”, por lo que tiene como objetivo limitar y, posteriormente, erradicar, su uso.
Pero lo positivo es que actualmente se están desarrollando biocombustibles de segunda y tercera generación que utilizan materias primas no alimentarias y tienen un impacto ambiental menor. Por lo que, es importante destacar que no todos los biocombustibles son malos.
Existen, pero no es un asunto en el que Chile se especialice. Este puesto en Sudamérica se lo han llevado Argentina, Brasil y Colombia, aunque al día de hoy el desafío es la creación de un biocombustible que no sea de primera generación.
De igual forma, han habido, y hay algunas plantas de biocombustibles en el país, en fases iniciales y como parte de proyectos de investigación.
En 2016 se instaló la primera planta piloto de biocombustible de segunda generación en Chile. Se trata de una planta para la producción de bioetanol en la Universidad de Concepción, en el marco del desarrollo de un proyecto Innova Chile.
Sobre esto no existe más información que noticias sobre su inauguración.
En 2017, el Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos de la Universidad Católica (UC) presentó los resultados de las primeras pruebas chilenas para producir biodiésel a base de microalgas en motores diésel como los del Transantiago y camiones.
Este biocombustible de tercera generación dio resultados positivos en la reducción de emisiones de gases y de material particulado. Las reducciones observadas fueron de hasta un 80%, por lo que las microalgas se posicionan como una alternativa muy factible para reducir los contaminantes.
“El uso de microalgas como fuente de combustibles renovables en Chile, solo se ve impedido por la falta de desarrollo de sistemas de cultivos a gran escala y de muy bajo costo, que utilicen además poca agua y energía”, aseguró César Sáez para el portal de noticias de la UC, académico de la universidad y líder del proyecto.
Una noticia que tuvo un impacto mundial es que a fines de 2022 se inauguró en Chile una planta piloto de producción de biocombustibles sintéticos a partir de dióxido de carbono y agua en Punta Arenas. Este biocombustible líquido se llama eFuel y es desarrollado por Porsche a través del proyecto denominado “Haru Oni”.
Este biocombustible se produce además con ayuda de energía eólica, y permite un funcionamiento neutral en emisiones de CO2 de los motores de los vehículos. En esta fase piloto, el objetivo es producir 130.000 litros de eFuels anuales.
¿Por qué el sur de nuestro país? La respuesta es que este sector ofrece condiciones ideales para la producción de biocombustibles sintéticos, gracias a que hay viento unos 270 días al año, permitiendo funcionar a las turbinas eólicas con un rendimiento óptimo. Y, además, se trata de un punto estratégico, ya que el Estrecho de Magallanes permite el transporte y la distribución de eFuels.
Aquí hablamos de un nuevo biocombustible en desarrollo, que no se produce a base de alimentos, por lo que podría tener un impacto positivo en la reducción de CO2, sin embargo, se encuentra en fase piloto, por lo que todavía no se tiene conocimiento sobre los resultados del proyecto.
Como te contábamos, nuestro país no dispone de gran participación en cuanto a los biocombustibles, ni en producción ni en su uso, ni tampoco en legislaciones.
En Chile, hasta el momento, no existe una legislación que dictamine que la gasolina deba contener cierto porcentaje de biocombustible. Los octanajes se basan en la norma europea de medición RON, y son 93, 95 y 97.
En algunos países, por ejemplo, y como te explicamos más arriba, como Colombia, tienen bencinas con porcentajes de biocombustibles, como el 5% o el 10%, pero no es el caso de Chile.
En la actualidad, muchas alternativas se encuentran en estudio, como es el caso de las microalgas como materia prima de biocombustible. Pero lo que ya sabemos es que los biocombustibles de primera generación no tienen un impacto positivo en el mundo, por lo que en un futuro se erradicaría su producción.
Por el momento, habrá que esperar a contar con los resultados sobre la producción y el uso de nuevos biocombustibles, algo en lo que muchos países tienen sus expectativas ante la cada vez más urgente necesidad de un combustible no contaminante.
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